La haces muy bien, y aunque te hierva la sangre, te encadenas para no llamar.
Te guardas el orgullo donde nadie pueda dudar de que lo tenes.
¿Qué esperas? Mostrame todas las cartas, a cara de perro yo no sé jugar.
Siempre estas del otro lado del muro de los lamentos que me contás.
Ya estoy bien, ya me ordené en mi desorden
Y aquellas voces ya no me hablan más...